Page 51 - Revista 2013
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Aldea del Pinar                                                               Revista Nº 6 - Ago/2013
            vigas cortas que diferían entre sí por sus medi-  artículo 239 del Código Penal de 1944 castiga-
            das.  El  catorzal,  por  ejemplo,  medía  catorce  ba a los blasfemos con penas de hasta seis me-
            pies  de  largo  y  ocho  por  seis  pulgadas  de  es-
            cuadría; esto al menos dice el diccionario de la
            Real Academia de la Lengua, que yo no lo re-
            cuerdo,  aunque  podría  distinguirles  si  me  los
            mostraran ahora.


                    A los más jóvenes estas medidas les so-
            narán extrañas. Era el sistema que habían utiliza-
            do  nuestros  abuelos,  y  los  abuelos  de  sus
            abuelos y así sucesivamente. Eran medidas basa-
            das  en  patrones  humanos:  pasos,  codos,  pies,
            pulgadas... La medida de longitud de referencia
            era  la  vara,  que  medía  unos  84  cm.  Esta  se  ses  de  arresto  -en  realidad  poco  tiempo  si  se
            podía  dividir  en  dos  codos  de  unos  42  cm,  en  compara  con  la  salvación  eterna-,  y  multas  de
            tres pies de unos 28 o en cuatro palmos de 21.  hasta  5.000  pesetas,  que  al  cambio  actual  son
            Y luego estaba la pulgada, de unos dos centíme-   30 euros, pero que entonces, os lo puedo asegu-
            tros y medio. Pero prosigo, que no quiero dis-    rar, era mucho dinero: los que algo saben de es-
            traerme  del  asunto  principal:  en  esa  época  del  to me dicen que unos 5.000 euros de hoy, más
            año, como podréis imaginar, en el molino había  o menos.
            gran trasiego de carros y personas, y entre este
                                                                     A finales de septiembre o principios de
                                                              octubre, una vez recogida la cosecha, la madera
                                                              se cargaba en los carros y se marchaban a ven-
                                                              derla. Por lo general se juntaban seis o siete ve-
                                                              cinos.  De  todas  las  casas  salía  alguien,  uno  o
                                                              varios, dependiendo de las yuntas que tuvieran.
                                                              Siempre  viajaban  hombres,  y  excepcionalmen-
                                                              te las mujeres que eran cabeza de familia, que
                                                              yo  recuerde  la  madre  de  Maximiliano,  Segis-
                                                              munda  Lucas,  y  la  madre  de  Perpetua,  Felipa
                                                              Gómez.  En  el  carro  cargaban  un  arca  donde
                                                              metían las mantas para dormir, quizá alguna ca-
                                                              misa,  leña,  hogazas  de  pan,  una  sartén  grande
            que para y el otro que arre se montaba el guiri-  de tres patas que en algunos sitios por error lla-
            gay, y claro, la gente juraba que daba gusto, y es-  man trébedes, carne a poder ser de carnero o to-
            to  a  pesar  de  un  cartelón  que  en  letras  do lo más oveja, y la sal y el ajo para hacer el
            mayúsculas  advertía:  "  HABLAD  BIEN.  LA  ajo  carretero.  Ah,  y  también  llevaban  el  ma-
            LEY PROHÍBE LA BLASFEMIA". Lo recuer-             rragón, un saco lleno de paja que les servía de
            do  porque  yo  acudía  con  frecuencia  al  molino  colchón.
            para llevarles la comida o darles recado.


                    No  sé  qué  habrá  pasado  con  ese  cartel,
            quizá  Marcelo  lo  conserve.  Una  puede  pensar
            que  quien  lo  colocó  lo  hizo  bienintencionada-
            mente, y tal vez sea así, pero expresaba una ver-
            dad como un templo: la blasfemia, como dicen
            los  juristas,  era  "un  delito  tipificado".  El



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