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Aldea del Pinar Revista Nº 6 - Ago/2013
Jurar como un carretero
Siempre me ha llamado la atención la ex- Alonso, mozo de muchos amos", y que muchos
presión jurar como un carretero. Será por venir otros escritores, como Alonso del Castillo
de donde vengo. Con el tiempo el "jurar" mu- (1584-1637) y hasta la santa Teresa de Jesús
taría en "fumar" (fumar como un carretero), (1515-1582), hicieron referencia a esta peculia-
más por semejanza fonética que otra cosa, pues ridad carreteril. Ya en el siglo XIX el dicho,
no creo que nuestros hombres fueran más adic- muy común, aparece recogido en diccionarios
tos a la nicotina que los entregados a otras profe- y en novelas como la "Doña Milagros" de Emi-
siones, ni tengo claro que el cigarrillo fuera su lia Pardo Bazán. Y así hasta nuestros días.
vicio más característico.
Digo todo
Lo de jurar lo tengo más claro: siendo esto porque quiero
niña bastábame escuchar a unos y a otros para te- hablaros de lo que
ner este refrán por verdad católica, y aunque es yo viví o me con-
cierto que entre nuestros hombres los había sose- taron cuando era
gados, prudentes y hasta piadosos, la mayoría una niña, allá por
maldecían con prodigalidad, que de su boca bro- los años cuarenta,
taban los juramentos con la alegría y abundan- en Aldea del Pi-
cia de un manantial en invierno. Ignoro las nar. Fueron tiem-
razones de este comportamiento, aunque presien- pos difíciles, de
to que tiene mucho que ver con su oficio y con mucha penalidad,
el modo de tratar a las bestias que tiraban de las aunque la memo-
carretas, a veces con ruegos y otras con palos. ria es traicionera y en la distancia los evoco
Los que saben de esto me dicen que los ingle- con nostalgia. Recuerdo, y de eso va esta histo-
ses tienen una expresión muy similar: to swear ria, los viajes que hacían nuestros hombres a fi-
like a trooper, que significa: "jurar como un sol- nales de septiembre o principios de octubre
dado de caballería", así que algo habrá en esa re- para vender la madera que obtenían del pinar.
lación entre hombres y animales.
Los serranos hemos dependido mucho
del monte; su explotación ha estado muy regu-
lada desde siempre. Había leyes muy claras y
castigos gravosos para quien las incumpliera.
Todos los años se establecía un reparto de árbo-
les entre los vecinos, que se llama la corta. Cla-
ro que como eran tiempos de escasez cada cual
buscaba la forma de mejorar su suerte, aca-
rreando más de lo que le tocaba a veces de tapa-
dillo y otras con la vista gorda, compasiva o
incentivada, del guarda. Los pinos se transpor-
taban en los carros hasta el molino: allí los se-
rraban para transformarlos en materiales de
La cosa, al parecer, viene de lejos. Me construcción, muy demandados: lo mismo tari-
cuenta mi yerno que en el siglo XVII un escri- mas que vigas para sustentar suelos, paredes y
tor llamado Jerónimo de Alcalá (1571-1632) uti- techos. En concreto, y si la memoria no me fa-
lizaba esta expresión -jurar como un carretero- lla, fabricaban tablas, tabletas, catorzales y ma-
en la novela picaresca "El donado hablador chones. Estos dos últimos eran una especie de
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