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Aldea del Pinar Revista Nº 6 - Ago/2013
Un rollo de cuento o un cuento de rollo.
No habrían pasado ni un par de horas desde el
cantar del gallo, cuando del escueto cuchitril
que hacía las veces de cárcel concejil de Honto-
ria, salió el reo a remolque del alguacil, que tiro-
neaba de una cuerda sujeta a sus muñecas. Les
acompañaba el pregonero que cada veinte o
treinta pasos hacia estación, parando la tan singu-
lar procesión y en ella, más que leer en alto grita-
ba:
“Yo el alcalde ordinario, portavoz de los Seño-
res de Justicia de esta jurisdicción, de acuerdo a
la autoridad que me ha sido concedida y aten-
diendo a la reclamación hecha ante mi por el sín-
dico de abastos en relación con la calidad del
vino vendido en este mercado, por el suministra-
dor autorizado Juan de Villamenor, de la tierra
de los paturros y hallándole culpable de la acusa-
ción de aguar en exceso el vino, este tribunal
condena al reo a la pena de cuatro horas de pico-
ta en cepo, que al no haberla en este pueblo, se paraba al parecer para presenciar la parte más
disponga para ello el encadenarlo al rollo y en jugosa. Le levantaron la camisa y el mismo al-
él se le tenga ese tiempo para su vergüenza y es- guacil procedió a darle los diez latigazos señala-
carnio y se le apliquen además diez latigazos.”
dos, aunque al parecer con poco ímpetu a
juzgar por el griterío de los presentes que cla-
Según atravesaban las calles y en cada parada maban con frases como
de la población, se iban agregando gentes curio- -Dale con ganas, gandul, dale con ganas.
sas, algunas aún adormiladas y sobre todo chi- Tras el azote, soltó el alguacil “la herramienta”,
quillería, que fueron formando un cortejo bajo la camisa del reo le dio la vuelta y mirán-
siniestro. Hasta ve- dole a la cara le espetó.
nir a dar en las in- –Cuatro horas hasta que te suelte, lo sabrás por
mediaciones de la la campana.
iglesia, en la prade- Y allí quedó el condenado, cada vez más solo,
rilla donde se cele- ya que una vez pasada la novedad y el momen-
braba el mercado to álgido del castigo, la multitud comenzó a dis-
semanal y se ubica- persarse por el mercadillo. Solo la chiquillería
ba el rollo jurisdic- del lugar se mantuvo firme alrededor ora in-
cional.
sultándole, ora arrojándole bostas de vaca o de
caballería seca, aunque no era raro que, en estas
Llegados ante él, cuitas, no se colase alguna piedra de regular ta-
procedió el algua- maño, a pesar de estar expresamente prohibido,
cil a la última lectu- pero ¡que demonios!, también lo estaba aguar
ra de la sentencia, el vino.
ataron al reo a una de las argollas que coronaba Rabel de cuadra
el rollo, mientras el público improvisado se pre-
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